No es fácil, a veces, andar. Si te mueves, se te ve y llamas la atención. El paralítico de hoy vivía feliz, prostrado al lado de la piscina. Viene Jesús, lo sana, y le interrogan las altas autoridades eclesiásticas. Casi nada. Menudo susto.
En el camino de la Cuaresma, nos encontramos con san José. Como en Navidad, discretamente, pero con una presencia decisiva: ser el defensor del niño Jesús. Al lado de María, intentando siempre cumplir la voluntad de Dios cada día.
Dos formas de entender la vida. Desde luego, en principio sabemos la que está bien y la que está peor. No hay que creerse que eres alguien, porque más dura será la caída, cuando falles. Y a mí me parece que éste puede ser el pecado de la gente de Misa.
No sé si el escriba comprendió lo que Jesús le acababa de decir. Imaginamos que, al hacer la pregunta, tenía un interés real. Otras veces nos dicen que querían tender una trampa a Jesús. En esta ocasión, no.
Seguramente muchas veces hemos oído o usado la expresión de que el que no está conmigo está contra mí. Sobre todo, a los evangelizadores y catequistas nos afecta especialmente. Pero también a todos los cristianos.
Estamos acostumbrados a elegir entre muchas variantes. En los restaurantes, en las tiendas, en internet hay muchas posibilidades de elegir. Todo a nuestro gusto. Nos adaptamos, e incluso con nuestra fe podemos hacer lo mismo.
Seguramente, san Pedro pensaba que siete veces era ya mucho. Porque ya vale. Te ofenden y te ofenden y te vuelven a ofender, y a perdonar. Casi nada. Jesús le abre los ojos a Pedro, recordándole con Quién se las está viendo.
Recuerdo una Pascua que hicimos los de mi grupo juvenil en mi parroquia natal. Una cosa es hablarle a los lejanos, y otra, a los vecinos. Es difícil ser profeta en tu tierra, está claro. Porque te conocen y no es fácil engañarlos.
Hay textos evangélicos que nos suenan demasiado. El caso de la parábola de hoy, la del padre misericordioso es uno de ellos. Como en una película que hemos visto muchas veces, vemos desfilar las escenas y los personajes por la pantalla de nuestra mente.
Es una buena pregunta. Criticamos y nos espantamos de lo malos que eran los labradores. Asesinos. Pero tontos no eran. Entendieron que las palabras de Jesús iban dirigidas a ellos. Y, además, eran prudentes. No atacaron a Jesús, por miedo a la gente.