¿Y si fuera esta falta de padres una de las causas principales de la orfandad espiritual que padecemos? ¿Cómo caer en la cuenta de que el evangelizador, cuando anuncia la Palabra, está ejerciendo una paternidad que contribuye a que nazca la iglesia?
¿Qué sucede cuando un evangelizador se atreve a responder, como Pedro: «No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar»?
En la iglesia se ora, expresión suprema del creer. En el hospital se cura, manifestación inteligible del amar. ¿Dónde, sin embargo, se yergue en nuestros pueblos un monumento a la esperanza?
Nos cuesta caer en la cuenta de que las mejores cosas poseen un vigor intrínseco que no es necesario apuntalar desde el exterior, el buen artista no necesita un escenario barroco para proponer su arte, el genio suele aparecer con mayor brío en un marco so
El pasado nunca pasa del todo. Permanece en el presente como un huésped oculto pero fecundo. La «acumulación» es, en palabras de algunos psicólogos, el concepto clave para entender el devenir humano.
¿y si muchos, a través de nuestras palabras, percibiesen sólo el silencio de Dios, su lejanía? ¿Y si estuviéramos provocando la reacción contraria a la que sinceramente buscamos?
Se trata de eso, de creer que Dios es un tesoro de tal calibre que uno puede vender todas sus posesiones para adquirirlo, incluso el carné de pertenencia a «su» partido.
Palabra Diaria
martes, 5 de agosto de 2025
Martes de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario
Mt 14, 22-36. Mándame ir hacia ti andando sobre el agua.