Con poco que expliquemos, los niños y las niñas, que se aburren cuando escuchan discursos ideológicos, comprenderán que vivimos en un grave pecado de despilfarro.
Esta es la crisis de toda una concepción del mundo y de la vida, basada en la idolatría de la «razón lógica», generadora de «mundos perfectos» desde el quehacer lógico/científico/técnico, pero incapacitada para la sensibilidad, para la estética, para lo verdaderamente humano.
Tener más: más fieles, más bautizados, más confesiones, más comuniones, más seguidores, más vocaciones… nosotros, los que decimos seguir a Jesucristo, también nos hemos contaminado.
Hay que retornar al valor de lo pequeño, al pequeño lugar y al poco tiempo que vivimos, esos lugares donde los íntimos deseos de hombres y mujeres que buscan ser hombres y mujeres de verdad se revelan con claridad.
Os invito a penetrar con profundidad en el misterio de Dios Pobre, para recrear cordialmente la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar de manera nueva la pobreza cotidiana.
Con ilusión y alegría nos ponemos frente al papel para decir lo que ha supuesto y supone para nosotros y lo que aporta a nuestra relación de pareja trabajar con sacerdotes o consagrados.
Ofrecemos una experiencia de complementariedad entre un sacerdote religioso y un matrimonio. Esta experiencia singular seguramente expresa la de muchos otros.