Quiero seguir siendo sacerdote porque, después de casi 40 años, la rutina y la costumbre me han impedido disfrutar de la “dignidad” de serlo, y no quiero acostumbrarme al misterio que represento.
¿Qué se le pide a un presbítero? Nada menos que «ser testigo de los sufrimientos de Cristo», en continuidad con los presbíteros que me han precedido a lo largo de la historia.